El viaje de Promoción, Santutis y el Debut

Por Juan Carlos Cavero

De todas las experiencias vividas en el Salesiano, sin duda alguna, el viaje de promoción fue la que dejó una huella imborrable.

Arequipa, Puno y Cusco eran los destinos escogidos. La expectativa era enorme, para muchos, el trayecto de Cusco a Lima en avión sería el primero en sus vidas y eso lo hacía tan especial.

Aquella tarde de junio, los buses de la empresa Roggero salieron del colegio. El destino era la blanca ciudad de Arequipa.

Recuerdo a los padres de familia despidiendo a sus hijos, la mayoría, por primera vez, iban a estar lejos de casa. Los papás con gesto adusto dando las últimas recomendaciones y las mamás no queriendo despedir a sus angelitos.

Por su parte, los angelitos, iban bien apertrechados con chatas de ron Pomalca y sendas cajetillas de Norton, Winston, Premier, 2001, y no dudo que habría muchos más sin filtro, de aquellos que dan risa. La leyenda urbana decía que uno de esos había dejado sordo a Beethoven y otro era el que realmente había levantado a Lázaro. Esos “cigarros” eran los que iban más caleta.

Arequipa fue la primera experiencia. Linda ciudad. Los días transcurrieron entre visitas a Santa Catalina, el Molino de Sabandía y el Mirador de Yanahuara, seguidos de cerca por el Misti, el Chachani y el Pichu Pichu.

La salida a Puno trajo la primera sorpresa. Los ofrecidos “coche-cama” no existían o quizás no estaban disponibles pues por allí se comentaba que los ocuparon los alumnos del “León Pinelo” que hacían la misma ruta. Nunca lo supimos con certeza.

El caso es que ese tramo del periplo fue el más ingrato. Gente con soroche, con un frío tremendo que ni el entrañable “Pomalca” podría aplacar. Luego de una noche interminable Llegamos a Puno.

Las islas de los Uros fue lo más destacable de la visita. Comprar algún detalle para la mamá que esperaba en casa se hizo obligatorio. Por allí se compraron patos disecados. Más tarde esa noche, algunos, animados por los cigarros turcos, quisieron que los susodichos palmípedos alzaran vuelo junto con ellos.

Cusco fue una experiencia diferente. El Koricancha, Kenko, Pisac, Sacsayhuamán, y Ollantaytambo fueron espectaculares. Machupicchu fue simplemente, deslumbrante.

Otro sitio muy concurrido fue el “Santutis”. Para muchos fue el esperado cambio de los juegos manuales por el trabajo práctico. Hubo muchas anécdotas de aquel momento de debut provinciano. No faltó la entonada previa para “estar a la altura de las circunstancias” y estoy seguro que, a pesar del frío, muchos se atrevieron a estar sin poncho.

Debe haber sido una tremenda experiencia pues en el desayuno de la mañana siguiente se veían tantas sonrisas de satisfacción que Kolynos y Colgate se morían de envidia.

La última noche nos despedimos de Cusco y del viaje de promoción en “El Bucanero”, que era una discoteca. Para muchos fue su primera vez en un sitio así; igual que en el “Santutis”, pero en otro contexto.

Al día siguiente fuimos al aeropuerto a tomar el vuelo de “Aeroperú” para regresar a casa.

A Lima no llegaron los Norton, los Winston, los Premier, ni los 2001. Tampoco el cannabis ni el “ronsoco” Pomalca. Lo que trajimos junto con el equipaje, los recuerdos y alguno que otro pato disecado con un ala menos. Fueron momentos imborrables, las experiencias invalorables, los nervios del debut con o sin poncho, las ganas de volver y la hermandad que hasta hoy nos une y nos envuelve en un gran abrazo.