por Juan Carlos Cavero

Melody Fair

Amanecía en Londres. La gente salía presurosa de casa. Unos a trabajar, otros a estudiar. Los escolares iban en los buses rojos de dos pisos (Routemasters) o en el Metro. A miles de kilómetros, otros estudiantes lo hacían en el “Cocharcas–José Leal”, “El Chama”, “El Covida”, “La 42”, “La 71, “La 10” y “La 21”. Bueno, eran y hasta ahora lo son, cosas del tercer mundo.

Empieza a sonar la música de los Bee Gees y vemos a una niña que, de camino a casa, libera a un pez dorado en la fuente y de pronto, todos quedamos atrapados por su sonrisa y por la canción.

La película “Melody” nos dejó un recuerdo perdurable. La protagonista era el ideal de chica que todos queríamos conocer. Tracy Hyde en el papel de Melody Perkins simplemente nos hizo soñar con una enamorada así de dulce que, algunos encontraron, otros la siguen buscando y otros renunciaron a ello.

Yo quedé enamorado de Melody y estoy seguro que no fui el único. En épocas donde no había más información que la que aparecía en la sección “Espectáculos”, en “El Comercio”, indagar sobre Tracy Hyde era tan imposible como no plagiar en los exámenes (sobre todo en el de matemática).

La historia era simple, un chico tímido (Danny), que se enamora de Melody pero no sabe cómo decírselo. Danny se hace amigo de Ornshaw con quien latea y empieza a pendejear. Nunca falta en el colegio un pata que te desahueva, te “apendejea” (si cabe el término) y así fue en el caso de Danny y, como suele suceder, te enamoras y choteas a tu pata. Finalmente, es ley de vida, y así sucedió en la película, sea que fuera en Londres o en Lima, con los Bee Gees o el Mono Altamirano o con Harold Wilson o Juan Velasco Alvarado (para ubicarnos en el espacio tiempo-histórico).

La película tiene momentos imborrables. Recuerdo una escena en que Danny y Melody se encuentran en el “Salón de Música”. Melody estaba tocando una flauta y Danny un contrabajo y entre acorde y acorde, empiezan a descubrir que la atracción era mutua. Cuando ví la escena pensaba qué bacán sería tener un salón de música en el colegio, con instrumentos que descubrir. En el colegio las clases de música se reducían a hacer una “asignación” sobre la vida de Beethoven o Mozart.

Otro momento que recuerdo es en la que aparece Danny y Melody leyendo las lápidas en el mismo cementerio donde las chicas, unas escenas antes, le daban besos a un poster de Mick Jagger.

Otra a evocar es la del baile en la que Ornshaw hastiado de hacerle la taba a Danny se porta como un “csm” (léase concha de su madre) con la amiga de Melody y les arruina el momento.

La canción de fondo era “Give the Best”: "I´m just a clown that used to run around, I used to have a million friends I used to start where everybody ends, but I give my best to my friends”.

(“Soy solo un payaso que solía correr por ahí, solía tener un millón de amigos, solía empezar donde todos terminaban, pero solo doy lo mejor de mí a mis amigos”.

La película termina con el “matrimonio” de Melody y Danny, en la que un Ornshaw reconciliado con su amigo, hace de ministro. Luego, cuando no, llegan los adultos a joder la ceremonia. Por allí un aprendiz de terruco hace explotar el carro de la mamá de Danny con una lata-bomba de Ovaltine. El carro de la mamá de Danny era un Triumph Herald, un clásico inglés.

En medio de ese chongazo Melody y Danny escapan por las líneas del tren mientras se escucha la canción “Teach your Children” de Crosby, Still, Nash & Young. Tremenda canción. La única de la banda sonora que no es de los Bee Gees. “You who are on the road, must have a code you try to live by, and so, become yourself because the past is just a goodbye”.

(“Tú que estás en el camino, debes tener un código con el que intentas vivir y entonces convertirte en ti mismo porque el pasado es sólo un adiós”.

Todos pensamos que habría una segunda parte pues todo indicaba que el huir de los protagonistas podría dar pie a una segunda película, pero no la hubo. Hoy Danny (Mark Lester) tiene 66 años, Tracy Hide (Melody) tiene 65 y Ornshaw (Jack Wild) falleció en el 2006 (hoy tendría 72 años).

Hoy que andamos por encima de los 65 años, recordar a Melody, es evocar una época irrepetible, En aquellos tiempos éramos tan felices y no lo sabíamos. No digo que hoy no lo seamos, pero soy un convencido de que la felicidad que te envuelve de niño resulta irrepetible.

Vives en tu mundo de juegos al que ves con ojos de niño, con miles de sueños que están para cumplirse y tu única preocupación es no tener notas en color rojo en tu libreta. Luego, como debe ser, vienen las responsabilidades y el tratar de construir un futuro mejor para los tuyos.

Recuerda amigo mío, que hubo un tiempo en que imaginabas sin límites y cada día era un aventura desafiante, eran tiempos en los que te sentías como el pez dorado que Melody liberó en la fuente de aquella calle londinense y era un momento tan perfecto que te envolvía una libertad tan encantadora como la canción “Morning of my Life” (In the morning), que completaba la escena: “In the daytime I will meet you as before, You will find me, waiting by the ocean floor building castles in the shifting sands in a world no one understands”.

(“Durante el día te encontraré como antes. Me encontrarás esperando en el fondo del océano, construyendo castillos en las arenas movedizas, en un mundo que nadie entiende”).

Melody, una película que sin ser una joya, siempre habrás de recordar.