Por Raúl Portocarrero Díaz

RECUERDOS DEL COLEGIO
O EN BUSCA DE UNA MEMORIA PERDIDA

¿Dónde está la memoria de los días
que fueron tuyos en la tierra, y tejieron
dicha y dolor y fueron para ti el universo?
Jorge Luis Borges, A un poeta menor de la antología

UNA INNECESARIA INTRODUCCIÓN. ¡NO LA LEAS!

Un 30 de junio del 2024, un pequeño grupo de 6 compañeros del Colegio Salesianos de Breña de la Promoción 1975, Fernando Jurado, Daniel Alvarez, Francisco Ruiz de Castilla, Juan Carlos Cavero, Miguel Croce y este servidor, fuimos convocados para elaborar un documento virtual, “Memorias del Colegio y otras historias más”, como parte de los actos conmemorativos al 50 aniversario del término de nuestra educación escolar, libro en donde aparecerían las reseñas biográficas de nuestros compañeros de aulas y algunos de los muchos recuerdos, anécdotas y relatos vinculados a esa etapa de nuestra pasada vida estudiantil, la de las juventudes salesianas caminando bajo el sol. La convocatoria, enviada al WhatsApp de mi celular nos agrupaba en un chat bajo la denominación Los Plumíferos 75 & MM (1) y representó para mí el despertar de un letargo a las pocas ansias de escribir que aún quedaban en mi ser. Despierta Neo, la Matrix te tiene. Sigue al conejo blanco (2). El Ne-Grito (3) no es Neo, pero allí estaba yo despertando de tremenda sorpresa y tratando de entender si algún mérito podía tener para integrar tan selecta clase de amigos distinguidos. Toc, toc, tocaron la puerta de mi mente. El conejo blanco había llegado y opté por seguirlo sin vislumbrar que la literatura, aquel mundo imaginario que aparenta ser real, me exigiría no solo la paciencia y la constancia que se requiere para poder escribir algún relato con ciertas pretensiones de dignidad de ser leído, sino que también expondría alguna de mis muchas limitaciones para escribir sobre los recuerdos del colegio que pudieran ser del gusto de ustedes, por lo que pido anticipadas disculpas a quienes están dispuestos a leerlo. Si al final terminas de leerlo, me sentiré más que satisfecho. Si no lo terminas, te estaré infinitamente agradecido. Pero, si sabiamente decides no leerlo, jamás te enterarás de los más altos sentimientos de respeto que guardaré hacia ti por siempre. Bajo estas 3 últimas premisas que me liberaron a escribir sin mayores pretensiones y con una taza de café caliente siempre a mi lado que a sorbos desesperados tomaba cuando las ideas comenzaban a desvanecerse (como si cada sorbo ingerido fuera el combustible necesario para poner en movimientos mis neuronas) escribí y re-escribí, taché, modifiqué y cambié palabras tras palabras, frase tras frase, idea tras idea, párrafo tras párrafo hasta que cada pieza del rompecabezas quedó, creo yo, en su lugar. Les hago pues entrega a ustedes, y no a alguno de nuestros profesores, de esta nueva y última tarea escolar: Recuerdos del colegio o en busca de una memoria perdida. R.P.D.

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1 Los Plumíferos, en nuestro caso, evoca sarcásticamente a aquellos escritores que intentan siempre sobresalir pero nunca lo consiguen, que mueren en el intento y M&M a multimedia, y se constituyó en nuestra marca de grupo, un genial signo distintivo creado por Fernando.

2 Matrix, escena de la comunicación inicial de Morfeo con Neo en su oficina, sentado frente a su computadora.

3 Bajo el seudónimo de El Ne-Grito, el autor de este relato intentó por mucho tiempo plasmar sus deseos de escribir a través de un irreverente formato de relatos periódicos de hechos nacidos a partir de las conversaciones con los compañeros de la Promoción a través de los e-mails, los chat de WhatsApp y de algunas reuniones presenciales. Aunque quedaron algunas constancias por parte de quienes lo leyeron de que su contenido fue divertido y agradable, un día el Ne-Grito las releyó y vio negro su destino como escritor y se lanzó como clavadista dentro del tintero líquido de su pluma buscando y deseando desaparecer para siempre.

Relato Primero

UNA NECESARIA ACLARACION: DE LAS CONDICIONES REQUERIDAS PARA CREAR HISTORIAS O ESCRIBIR UN LIBRO (O UNA MANERA DE DECIRTE DE QUE PATA COJEO)

     En Elogio de la educación (4), Mario Vargas Llosa respondía a su propia pregunta “¿De dónde salen las historias que cuentan las novelas?, ¿Cómo se le ocurren los temas a un novelista?”, afirmando que “La raíz de todas las historias es la experiencia de quién las inventa; lo vivido, la fuente que irriga las ficciones literarias … todas las ficciones son arquitecturas levantadas por la fantasía y artesanía sobre ciertos hechos, personas, circunstancias que marcaron la memoria del escritor y pusieron en movimiento su fantasía…” (pág. 90). De igual forma Jorge Luis Borges, en Siete Noches, nos dice que “El libro es una irradiación de la memoria y la imaginación”. Entonces, todo está claro, clarito: memoria y fantasía (imaginación) son las dos capacidades que necesitaré activar para crear cada uno de los 5 relatos que me corresponden escribir en el libro “Memorias del colegio y otras historias más”. Gracias Miguelito, pronuncio en voz alta, mirando al techo de mi cuarto convencido que mi voz viajaría hasta Pouso Alegre, en Brasil, lugar donde reside mi querido amigo Miguel Croce quién me había obsequiado, post pandemia, aquel Elogio de la Educación y otros libros más de mi autor preferido. Gracias también a ti Mario, le digo con una voz más calmada, mirando su libro y tuteándolo como si fuera un entrañable amigo de años y de mucha confianza. Pero cierro los ojos y en silencio pienso y escribo mentalmente lo siguiente: sobre todo gracias por sus palabras Jorge Luis, aún me sigue hablando y yo escuchándole a pesar de no haberle conocido nunca. No hay caso, al hablarles a ellos he comenzado a fantasear, sin lugar a dudas. Mi imaginación esta activa, concluyo, y estoy poco más que feliz por ello; pero mi felicidad es efímera, porque tan convencido como estoy de mi capacidad de imaginar es también el convencimiento que tengo de mi incapacidad de recordar significativamente hechos del pasado y a mis 65 años siento tener la memoria de alguien pasado ya los 965, por así decirlo. En algún momento de mi vida comencé a olvidar fechas y nombres que me eran de fácil recordación, luego perdí los recuerdos, casi todos los recuerdos de mi juventud y muchos de la niñez (extrañamente algunos aún permanecen hasta hoy) y ahora necesito siempre anotar las cosas más importantes que hago y debo hacer cada día. Creo -por momentos- que ya no recuerdo nada, absolutamente nada. Si recordar es volver a vivir, entonces hace tiempo que debo estar muerto y tampoco lo recuerdo. Me pregunto por tanto si, ¿podría alguien culparme de no recordar nada o casi nada de lo vivido en el colegio?, o ¿podría alguien no aceptar lo poco que sobre el colegio pueda yo decir? Finalmente, ¿podría alguien no aceptar mi necesidad de imaginarlo todo para construir una memoria perdida?. Algo muy fantasioso podría ocurrírseme escribir y contárselos; total, un relato así creado podría parecer muy cercano al real e inclusive más divertido aún. Mientras lo intento no me queda más que reconocer a fuerza de la evidencia médica científica obtenida en casos similares al mío que mi afectado hipocampo, esa pequeña estructura cerebral relacionada con el aprendizaje y la memoria, me hace sentirme más cercano al milenio que a la época de un sexagenario homo sapiens. Homo sapiens, ¿dijo usted?. Si señor, eso dije. Pues entonces si no recuerda nada de su colegio, se siente tan viejo como Matusalén y cree que todo puede salir de su pura fantasía le digo que homo sapiens pero brutus será, mi incipiente escritor. Brutus, ¿me dijo, profesor?. Sí alumno y se lo vuelvo a decir para que le quede perfectamente claro, brutus: Be-ere-u-te-u-ese, ¡brutus!; ¿quiere que se lo repita nuevamente para que no lo olvide y sepa por siempre de qué pata cojea y el por qué lo ha abandonado su recua?. Iturri, ¡póngale 5 a ese tarado!. ¡Si Padre!, e ipso facto mi querido compañero de aulas lo escribía, obligado por la fuerza de las circunstancias, con tanto ahínco y disfrute en un odioso cuadernito de anotaciones, so pena de ponerse él mismo igual nota si demoraba un segundo más en el cumplimiento de tan solemne y divina orden mauchiana. Recuerdo como si fuera ayer aquel diálogo en la escuela, recuerdo su mirada chinita de aparente aniquilamiento intelectual que al final sólo te hacia sonrojar y a tus compañeros aguantarse una incontrolable risa; recuerdo sus labios mordidos a punto de explotar con alguna otra frase apabullante pero que ocultaba una pícara sonrisa y finalmente, no temo equivocarme que casi todos recordarán que un tiempo después sería declarado, por obra y gracia del ingenio de mis compañeros y de mi cabello ensortijado y esponjado, en su indubitable hijo putativo.

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4 Elogio de la Educación, Mario Vargas Llosa. Taurus, 2015, 121 págs. Es una obra de fácil lectura y en formato de libro pequeño en el que paradójicamente su primer tema se titula “¿Qué es un gran libro?" a lo que responde con estas iniciales palabras: “Para mí, un gran libro es aquél que se introduce en mi vida, perdura en ella y la modifica”.